lunes, 16 de agosto de 2010

PUNTOS CARDINALES

Por: Adrián Portillo C.

Mi eterno viaje al centro de ninguna parte

Es una cuestión de números que se vuelven letras, que penetran en los sentidos y que se vuelven sentimientos.

En mi mente creo recordar que siempre hui de los problemas. El sólo toparme con una barrera cerebral, hacía que mi paciencia se agotara con prontitud y que los pensamientos comenzaran una danza por los más variados tópicos, descubriendo que tarde o temprano me olvidara de mi sufrimiento ante la impotencia intelectual.
Me alejé de las matemáticas pensando que mi vida sería más fácil si me olvidaba de la existencia de Pitágoras y su teorema; de los problemas de la física y su gravedad; ante la química orgánica y el spin de un electrón.

Opté por dedicarme a las humanidades. Después de todo que tan difícil podía ser estudiar al ser humano… Era subjetividad al cuadrado, lo que estaba a punto de encontrar.

Mientras más avanzo en el correr de los años y de la existencia, me doy cuenta de que la vida es absolutamente matemática, que no hay nada que un número no pueda responder y al final existen formulas para todo.

Te sonará extraño, pero en uno de mis eternos viajes al centro de ninguna parte, me topé con el espacio escultórico de la Ciudad Universitaria. Fue ahí donde un hombre de edad madura en plenitud, se nos acercó para darnos la explicación de tan complejas construcciones arquitectónicas. Después de develarnos el secreto que los picos que rodean al espacio circular de formas irregulares en la piedra, dejadas por la erupción terrestre, se referían al mismo cráter del volcán Xitle, que dio origen a los pedregales del sur de la ciudad; después de su explicación, el hombre nos dio la fórmula del amor…

¡Demonios! ¿Por qué tenía que empezar a llover? Y la precipitación impidió que conociera la fórmula para conseguir un corazón.

Dicen que la razón es una y los sentimientos algo totalmente diferente. Pero creo que es parte de un todo. Al final, como dice Ignacio, personaje de la película EFECTOS SECUNDARIOS: “Todos somos una estadística esperando suceder”. ¿Cuál será la estadística en la que me encuentro? ¿Será acaso en la de los hombres rapados por pura voluntad? ¿Será en la de las personas con vicios excéntricos? ¿Será en la de los seres comunes y corrientes con ideas egocéntricas?
Mi vida es una ecuación con múltiples variantes y distintos grados de complejidad. En el que cada una de las incógnitas se convierte en un aspecto no resuelto dentro de mi existencia.

Estoy resuelto a publicar un anuncio en el aviso oportuno que diga: SE BUSCA GUIA ESPIRITUAL, DE PREFERENCIA DE PROFESIÓN FÍSICO-MATEMÁTICO, QUE ME AYUDE A ENCONTRAR LA SOLUCIÓN A LA ECUACIÓN DE MI VIDA.

Sabiendo de antemano que no habrá experto que pueda resolver cuestiones inherentes a una personalidad que se descubre día a día, creo guardaré mi dinero en vez de invertirlo en un anuncio infructuoso. Pero confío en que en algún momento podré encontrar el número que se convertirá en la llave que abra las puertas de mi supervivencia. Sé que en algún momento dejaré de formular preguntas para atender las respuestas.
Y al final como dijo el hombre de edad madura en el espacio escultórico, podré encontrar la fórmula del amor y descifraré sus más escondidos secretos. Lo haré, tarde o temprano, lo haré…

Mientras tanto me dejaré disipar por los números que me desorientan y me desesperan, tratando de encontrar una calculadora que se adecue a mis intensos lanzamientos vitales y que comprenda que la impulsividad no es una imprudencia, sino la juventud desbocada que lleva como timonel mi necesidad de trascendencia.

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